miércoles, 12 de marzo de 2008

pero vivir...

Por aquí, en Valencia, el sol empieza a calentar y los cohetes de las 14.00 anuncian las fallas y el comienzo de la primavera. Por fin salimos de la época del frío y la noche, donde el ocio entre semana se reduce a ver alguna peli en el ordenador al salir del trabajo. Se acerca la época de las golondrinas volando al ras como cazas de combate y empieza apetecer tomar cañas en un bar de la playa. Pequeñas y grandes cosas de las que se pueden disfrutar casi gratuitamente. De ahí que me encantase el pensamiento de "El Sordo", uno de los personajes del libro "Por quién doblan las campanas" de Ernest Hemingway, en el momento en que espera en la cima de una montaña, acurrucado tras su caballo muerto, las bombas de aviones fascistas:

Morir no tenía importancia ni se hacía de la muerte ninguna idea aterradora. Pero vivir era un campo de trigo balanceándose a impulsos del viento en el flanco de una colina. Vivir era un halcón en el cielo. Vivir era un botijo entre el polvo del grano segado y la paja que vuela. Vivir era un caballo entre las piernas y una carabina al hombro, y una colina, y un valle, y un arroyo bordeado de árboles, y el otro lado del valle con otras colinas a lo lejos.

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